jueves, 18 de noviembre de 2010

LA POZA




Marcelita aún seguía con la visión del rostro de ese gran hombre que había pasado con sus huestes a todo galope por el Camino Real, cuando Justo la tiro fuertemente del brazo. Vio el rostro entre enojado y preocupado de su marido pero aún y con toda la molestia de Justo ella no se preocupo. Sabia que había valido la pena el haberse arriesgado tanto, había intuido dentro de su corto entendimiento que había presenciado el paso de la historia y de que grandes cambios arribarían a la comarca.

Pero no solo Marcelita había quedado subyugada por el paso de la presencia de los Revolucionarios; Artemio Domínguez también había quedado impactado por la determinación de esos hombres valientes. Hasta la tierra de los conejos se hablaba de la gran sublevación campesina, también se escuchaba la fama de otro gran hombre que pronto arribaría también a la tierra de los Conejos y era Genoveva de la O.

Marcelita se encontró esa tarde en las Glorias a Fermina, mientras le despachaban el cuartito de azúcar para el café, esta se desmoronaba en llanto. La comadre Juana se la llevo casi a rastras para su jacalito y Marcelita atrás de ellas siempre fiel a la amistad. Juana le contó a señas a Marcelita que Artemio partiría al día siguiente hacia Cuernavaca dónde se sumaria a las huestes que combatirían a los terratenientes y Fermina no podía soportarlo, temía por su suerte, temía perderlo. Pero Marcelita no entendía el sufrimiento de Fermina; ella había presenciado también a cientos de mujeres que iban con los revolucionarios y bien podía ella también si quisiera ir con Artemio para cuidarlo y apoyarlo… ¡Ahhh si ella pudiera también se iría! Finamente había comprendido que la pobreza de muchos campesinos de La Tierra de los Conejos era por no tener una pequeña tierra para sembrar, ella misma era sumamente pobre, Justo su marido no tenía un cacho propio para el mismo y tenía que arrendarlo para poder sembrar. ¡Ah que injusta era la vida por aquellos lares! Si tanto solo Justo tuviera para si mismo un pequeño pedazo aunque fuera uno solo, seguro su suerte cambiaria para bien, ella tendría mas dinero para poder comprar el hermoso Jilguero que tanto anhelaba que le alegrará sus días, y además podría comprarse ese hermoso vestido rojo, que había visto un día en la plaza de Tetela. Pero Justo era un hombre muy débil y temeroso y el jamás haría lo que Artemio. Triste y pensativa se fuè Marcelita para su casa luego de dejar llorando a una Fermina que presentía que si lo permitía jamás volvería a ver con vida a su Artemio.

Esa noche de nuevo y como tantas otras atrás, Marcelita volvió a sentir los rasguños en la ventana, se apretó llena de miedo al cuerpo flaco de Justo, y volvió a rezar cien padres nuestros y varios Aves Marías, se santiguo tantas veces que esta vez, si despertó a Justo que entre cansado y molesto le reclamo su inquietud…

¿Qué tienes Marcela, no me dejas dormir? …¡
¡Shttt Justo!, “¿no escuchas, no sientes lo que yo siento?”
“Algo anda allá afuera y te puedo jurar que es el mismísimo Diablo”
“No es nada, no seas loca Marcelita, vuélvete a dormir, que necesito descansar”

Marcelita volvió el cuerpo y se tapo hasta la cabeza, el pánico que sentía era horrendo, no sabía que eran esos rasguños que tanto la atormentaban pero tampoco tenia muchas ganas de averiguarlo. Antes del amanecer llego corriendo la comadre Juana, dando manazos en la casa de Marcelita, casi tirando la pequeña pero maciza puerta de madera…
“Que Isabel no aparece, no llego en toda la noche y no sabemos donde esta, ¿no esta con ustedes de casualidad? Marcelita”.

-“No”- le respondió Justo tras la puerta mientras se vestia rápidamente y se ponía su raído pantalón.

Preocupada también Marcelita se queda luego que la comadre Juana se despide rápidamente luego de comprobar que su hija Isabel la menor no se encuentra ahí, pero ya Marcelita no volvió a recobrar el sueño, ni Justo que somnoliento decide finalmente l prepararse de nueva cuenta para su diaria rutina de trabajo. La desaparición de Isabel deja a todos perplejos y sumamente preocupados.

Ya para el medio día, toda la familia de la comadre Juana se encuentra activa, Fermina llega de repente y también da una triste noticia. “Artemio también se ha ido con los Revolucionarios” y se va a llorar quedamente a su pequeño catre. Marcelita la conforta pero sabe que no hay nada que pueda consolarla, solo le atina a decir con señas que seguramente estará bien y volverá seguramente.

Esa noche Marcelita no siente los rasguños escalofriantes en su ventana y da gracias a Dios por que ahora si podrá dormir en paz…pero el gusto no le duro mucho, hacia la madrugada, escucha dos golpes secos, luego otro más, y enseguida otro golpe aún más fuerte que los primeros a la distancia, y luego escucha un llanto quedo, y finalmente los rasguños de nueva cuenta…para entonces simplemente Marcelita esta al borde del paroxismo del terror, se abraza a Justo más fuerte que nunca y empieza un rezo quedo que la deja finalmente dormida.

Como todos los tiempos de secas; al amanecer Marcelita acude por agua al pequeño Manantial, pero al llegar lo encuentra seco, algunas vecinas seguramente le ganaron y lo dejaron sin una gota de agua, así es que Marcelita tiene que recurrir al Cuescomate de la Barranquilla que se encuentra detrás de su casa, no le gusta a Marcelita esa agua por que no es tan limpia ni tan transparente ni siquiera esta bendecida por la Virgen, pero no tiene más remedio que ir por ella, las fuentes de agua casi todas están secas para ese mes de Julio y hay que agenciárselas para obtener un poco de agua. Baja delicadamente y con mucho cuidado la pequeña vereda que se forma por la parte trasera de su casa y que la lleva al fondo de la Barranquilla; Marcelita de repente empieza sentir un poco de miedo, no le gusta visitar esa área de su propiedad y le ha urgido a Justo en muchas ocasiones el que se muden para otro sitio, que reclame a su tío Javier la parte que le corresponde de la herencia de su abuelo en “El Encino” y luego mudarse para allá, pero Justo es débil y tiene miedo de enfrentarse a su duro tío.

Los charcos con agua empiezan a obstaculizarle el camino a Marcelita, brinca una piedra y luego brinca a la otra evitando mojarse las sandalias, ya poco le falta para llegar a la poza más grande; cuado ve a Fermina llorando sentada en una gran roca. Tiene el vestido mojado y enormes lagrimas le escurren por la cara como un vendaval en pleno mes de Septiembre. También Artemio e Isabel beben profusamente y sin cansancio de la poza, pero Marcelita no comprende el porque se tardan tanto. Destellos rojizos empiezan a brillar de repente en la poza cuando un ligero rayo de sol penetra al descuido entre las famélicas hojas de las jacarandas ahora moradas ahora rojas; iluminando finalmente con todo su esplendor el pozo y luego todo el cuadro. Fermina empieza a llorar de nuevo y ahora la luz ilumina de lleno el rostro de esta, dejando al descubierto las manchas de sangre. …..”Los mate Marcelita, los mate, se lo merecían, por traidores, por infieles” y se apretó al cuerpo delgado de Marcelita haciendola estremecerse de pavor. La Barranquilla fue el refugio del amor escondido pero también de la muerte pensó y enseguida se santiguo.

2 comentarios:

BudmanB dijo...

Gabby...this is from one of your novels...me gusta...you are the best:-)

Gabby dijo...

Dear Buddy:

Thank you very much for your kindness. Yes this is a part of my mexican novel. I'm very glad that it like you. :)

Kisses :)